LAS FLORES DEL MAL
EL MAL MONJE

I .
Traducción
Sobre los altos muros de los claustros antiguos
la verdad sacrosanta se mostraba en pinturas,
cuyo efecto, encendiendo las entrañas piadosas,
templaba la frialdad de sus austeridades.
Florecían entonces las semillas de Cristo,
y más de un monje ilustre, poco citado hoy día,
tomando por taller el campo funerario,
gloriaba a la muerte con toda su simpleza.
-Mi alma es una tumba donde, mal cenobita,
yo habito, y que recorro desde la eternidad,
Los muros de este odioso claustro nada embellece.
¡Oh perezoso monje! ¿Cuándo sabré hacer yo
con el vivo espectáculo de mi triste miseria
el amor de mis ojos y el quehacer de mis manos?.
II.
Traducción
Los
claustros antiguos sobre sus amplios muros
Despliegan en cuadros la santa Verdad,
Cuyo efecto, caldeando las piadosas entrañas.
Atempera la frialdad de su austeridad.
En días que de Cristo florecían las semillas,
Más de un ilustre monje, hoy poco citado,
Tomando por taller el campo santo,
Glorificabala Muerte
con simplicidad.
-Mi alma es una tumba que, pésimo cenobita,
Desde la eternidad recorro y habito;
Nada embellece los muros de este claustro odioso.
¡Oh, monje holgazán! ¿Cuándo sabré yo hacer
Del espectáculo vivido de mi triste miseria
El trabajo de mis manos y el amor de mis ojos?
Despliegan en cuadros la santa Verdad,
Cuyo efecto, caldeando las piadosas entrañas.
Atempera la frialdad de su austeridad.
En días que de Cristo florecían las semillas,
Más de un ilustre monje, hoy poco citado,
Tomando por taller el campo santo,
Glorificaba
-Mi alma es una tumba que, pésimo cenobita,
Desde la eternidad recorro y habito;
Nada embellece los muros de este claustro odioso.
¡Oh, monje holgazán! ¿Cuándo sabré yo hacer
Del espectáculo vivido de mi triste miseria
El trabajo de mis manos y el amor de mis ojos?
Hay diferencias en las traducciones sobre un
mismo original y por ello he puesto dos versiones sobre un mismo poema. Es muy
difícil plasmar aquello que ha pasado
por la cabeza de un autor en un momento determinado.
El simbolismo rodea todo el mundo de
Baudelaire y este poema nos muestra las continuas contradicciones del autor:
nos habla a la vez del triunfo del catolicismo (al hablar de la santa Verdad, los días que de Cristo florecían las semillas,
la cultura de los monasterios…) y por
otro lado nos habla del precio que es preciso pagar por todo ese legado: la muerte.
El poema es una confusión constante, porque
al hablar del monje ilustre se
refiere a la cultura existente en los monasterios mientras que al recordar al ¡Oh perezoso monje! Nos habla de él y la verdadera realidad en la
que vive.
LOS PARAISOS ARTIFICIALES
PEQUEÑOS POEMAS EN PROSA
El Vino
… El vino es semejante al hombre: Jamás se sabrá hasta qué
punto es posible estimarlo y despreciarlo, amarlo y odiarlo, ni de cuántos
actos sublimes o fechorías monstruosas es capaz. No seamos entonces más crueles
con él que con nosotros mismos y tratémoslo como nuestro igual.
A veces me parece que oigo decir al vino (que habla, con su alma, con esa voz de los espíritus que sólo los espíritus oyen): "Hombre, bienamado mío, quiero alzar hacia ti, a despecho de mi cárcel vítrea y de mis cerrojos de corcho, un canto lleno de fraternidad, un canto colmado de dicha, de luz y de esperanza. Yo no soy ingrato; bien sé que te debo la vida. Sé lo que el dármela te ha costado de labor y de, sol sobre la espalda. Tú me has dado la vida, y yo te recompensaré. Y te pagaré ampliamente mi deuda, pues experimento una dicha extraordinaria cuando caigo en un garguero sediento, después del trabajo. El pecho de un buen hombre es una morada que me complace más que las melancólicas e insensibles bodegas. Es una alegre tumba donde realizo con entusiasmo mi destino. Hago en el estómago del trabajador un gran tole-tole, y desde allí por escaleras invisibles, subo hasta su cerebro, donde ejecuto mi danza suprema.
A veces me parece que oigo decir al vino (que habla, con su alma, con esa voz de los espíritus que sólo los espíritus oyen): "Hombre, bienamado mío, quiero alzar hacia ti, a despecho de mi cárcel vítrea y de mis cerrojos de corcho, un canto lleno de fraternidad, un canto colmado de dicha, de luz y de esperanza. Yo no soy ingrato; bien sé que te debo la vida. Sé lo que el dármela te ha costado de labor y de, sol sobre la espalda. Tú me has dado la vida, y yo te recompensaré. Y te pagaré ampliamente mi deuda, pues experimento una dicha extraordinaria cuando caigo en un garguero sediento, después del trabajo. El pecho de un buen hombre es una morada que me complace más que las melancólicas e insensibles bodegas. Es una alegre tumba donde realizo con entusiasmo mi destino. Hago en el estómago del trabajador un gran tole-tole, y desde allí por escaleras invisibles, subo hasta su cerebro, donde ejecuto mi danza suprema.
Baudelaire
consideró Los paraísos artificiales
como su obra más perfecta. Como experto en el consumo de drogas, celebra sin
ninguna vergüenza el consumo de drogas y alcohol, especialmente el vino. Llega
a decir que “el vino exalta la voluntad,
el hachís la aniquila. El vino constituye un soporte físico, el hachís es un
arma para el suicidio. El vino hace que el hombre sea sociable, el hachís lo
aísla. El vino es útil, produce resultados fructíferos, el hachís no sirve ni
conduce a nada”. Baudelaire llega a afirmar que “el hombre que sólo bebe agua esconde algún secreto a los demás”.
Baudelaire
dice expresa con este comentario todo aquello que rodeó su vida desde la su
infancia, una vida llena de excesos y problemas que le condujeron a una muerte
prematura.
Julio
Vales González
1ºB
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